En el macizo del Mont Blanc, unos científicos vigilan un pequeño glaciar
En medio de la inmensidad del macizo del Mont Blanc, el Tête Rousse es tan solo un pequeño glaciar, apenas visible bajo la nieve, que dio origen a una catástrofe mortal en 1892 y ahora es uno de los más vigilados de los Alpes franceses.
Situado a casi 3.200 metros de altura en el "camino real" que conduce al techo de Europa, solo tiene unos cientos de metros de longitud y 65 metros de espesor, por lo que palidece al lado de los majestuosos gigantes del valle de Chamonix, como Mer de Glace o Argentiere.
Pero Tete Rousse, al igual que el vecino Taconnaz, es parte de los glaciares considerados como potencialmente peligrosos para las poblaciones radicadas aguas abajo, advirtió el especialista Christian Vincent.
Francia cuenta con unos 550 glaciares (de unos 200.000 en todo el mundo), algunos de los cuales son "susceptibles a desaparecer o derrumbarse" debido al calentamiento global.
No es el caso actualmente de Tete Rousse que, paradójicamente, se está "enfriando".
A diferencia de otros, apenas ha perdido grosor en los últimos años, indicó Vincent al señalar la extensión nevada donde trabajan equipos especializados alrededor de máquinas de perforación y bombas.
Christian Vincente y Olivier Gagliardini, ambos geólogos del Instituto de Geociencias Ambientales (IGE) de Grenoble, acudieron una calurosa tarde de julio a supervisar el enterramiento de los sensores de temperatura en el hielo.
El proceso no es fácil a esta altitud, donde los aparatos pueden ser alcanzados por rayos o derrumbes, explicó Gagliardini.
El glaciar, que solo es accesible a pie o por helicóptero, está cerca del tristemente célebre Gouter, conocido como el "corredor de la muerte" por las numerosas víctimas de desprendimientos de rocas.
- Glaciares "fríos" o "templados" -
Aunque los glaciares de Taconnaz y Tête Rousse tienen en común que son una amenaza potencial para el valle, aunque representan casos completamente diferentes.
"Taconnaz se está calentando y éste (Tête Rousse) se está enfriando. Parece completamente contradictorio y sin embargo el origen es el mismo, es el calentamiento de la atmósfera", explicó Vincent.
El primero es un glaciar frío, bajo cero grados, que ha visto aumentar su temperatura y que, por tanto, corre el riesgo de se desestabilizado y provocar avalanchas de hielo.
El caso de Tête Rousse, un glaciar que es a la vez templado (cero grados) en la parte alta y frío en la parte baja, es más complejo, con la formación de bolsas de agua que pueden descender rápidamente.
"Nos dimos cuenta de este régimen térmico tan particular que explica perfectamente el origen de la bolsa de agua. El agua de deshielo circula y penetra en el glaciar y luego es bloqueada por el hielo frío de la base", explicó señalando que es algo poco frecuente en los Alpes.
Si los modelos se confirman, el glaciar podría llegar a "enfriarse por completo", en cuyo caso los científicos y las autoridades públicas podrían relajar su vigilancia, que ha sido constante desde que se dio la alerta en 2010.
El glaciar de Tête Rousse domina directamente el municipio de Saint-Gervais-les-Bains, situado unos 2.000 más abajo, especialmente la zona de Fayet donde se encuentran los baños termales de la ciudad.
Fue aquí donde una avalancha de líquido y bloques de roca provocada por la ruptura de una gran bolsa de agua destruyó todo a su paso en 1892, matando a unas 200 personas.
Una catástrofe similar se evitó por poco en 2010 cuando se detectó una nueva bolsa de agua de unos 55.000 metros cúbicos dentro de Tête Rousse. Esta vez estaba bajo presión y amenazaba a unas 3.000 personas.
Las autoridades, alertadas por los científicos, organizaron un bombeo de urgencia, pero la mancha se volvió a formar al año siguiente y en 2012, lo cual provocó un nuevo y costoso vaciado.
Hoy día el peligro es menor, pero el glaciar, equipado con medidores de presión y escaneado por radar y resonancia magnética, permanece bajo estrecha vigilancia, en especial porque se identificó otra cavidad en su parte superior.
- Lecciones para la Antártida -
"Los glaciares constituyen un indicador natural del clima muy valioso, fácil de medir y muy visible para la opinión pública", señaló Vincent.
Sin embargo, se deben evitar los "atajos" y culpar todo al calentamiento global, agregó, al señalar que la caída de bloques de hielo son parte del "funcionamiento normal" de un glaciar.
Estudiarlos permite también comprender los procesos de deformación del hielo y el "deslizamiento" de los glaciares sobre sus lechos, proporcionando una información valiosa sobre lo que podría ocurrir en el futuro en la Antártida.
"Hay una cantidad fenomenal de cosas en juego, ya que determina la subida del nivel del mar en el futuro", explicó el glaciólogo.
(K.Lüdke--BBZ)