Final del trayecto para el boleto en cartón del metro de París
Después de 120 años, el metro de París elimina sus billetes de cartón para embarcarse en un futuro sin contacto, dejando atrás a los nostálgicos que echarán de menos los icónicos y humildes boletos rectangulares.
Más allá de su uso inicial, estos tiques con su característica banda magnética han inspirado a artistas, cineastas y cantantes, han servido como bloc de notas de urgencia y, sobre todo, como marcapáginas.
"Al desaparecer el billete de metro, desaparece una parte de nuestras vidas", afirma Grégoire Thonnat, coleccionista y autor de un libro sobre su historia. "Forma parte de la imagen que tenemos de París", dice.
El último plan de Île-de-France Mobilités, empresa gestora del sistema de venta de billetes del metro, preveía acabar en el primer trimestre de 2022 con la venta del "carnet" de 10 billetes en cartón.
Pero la escasez mundial de microchips necesarios para fabricar las tarjetas inteligencias que los remplazarán, provocada por la pandemia y la guerra en Ucrania, le obligó a aplazarlo de nuevo.
"Teníamos prisa, pero la crisis de los chips nos ha frenado", declaró a la AFP Laurent Probst, director general de Île-de-France Mobilités.
La venta de billetes en cartón se eleva todavía a 550 millones de unidades al año y unas 50 toneladas de papel, pero el operador ya ha empezado a reducir el número de estaciones que los venden.
El objetivo es potenciar las tarjetas recargables. "Nuestros clientes están empezando a cambiar sus hábitos", asegura Probst, precisando que los "carnets" desaparecerán por completo en algún momento en 2023.
Pero, probablemente hasta 2024, los viajeros podrán seguir comprando los boletos de cartón a 1,90 euros (1,82 dólares) la unidad, cuando un viaje sencillo con la tarjeta cuesta 1,49 euros.
IDFM está impulsando una mayor modernización, que incluye también el uso de celulares en los torniquetes de acceso. Los teléfonos con sistema operativo Android se habilitarán en unas semanas y los de Apple en 2023.
El salto al futuro de París se produce 20 años después que Nueva York suprimiera sus fichas metálicas y más de una década después que el metro de Londres pasara a ser mayoritariamente sin papel.
Pero algunos se alegran de que París se haya tomado las cosas con calma, como Sarah Sturman, una artista italoestadounidense residente en la capital francesa y que usa los boletos en su obra.
"Disfruto del tacto, de la limpieza del propio billete cuando es nuevo y de lo mucho que puedes destruirlo y seguir conservándolo", asegura a la AFP Sturman, quien seguirá coleccionándolos hasta que desaparezcan.
"Si veo un billete en un álbum dentro de 10 años, todo me vendrá a la cabeza: recuerdos de estar en el metro a altas horas de la noche o en hora punta, mi línea de metro favorita o por qué odio otra", etc., enumera.
- "Grosor ideal" -
Los fumadores de cánnabis también echarán de menos esta objeto de 30 por 66 milímetros, que se puede utilizar para hacer las boquillas de los porros.
"Grosor ideal, anchura perfecta, fácil de conseguir. Los tres estándares de oro de una buena boquilla", asegura Jake, un estudiante japonés-estadounidense en París.
El boleto de metro también se hizo hueco en la cultura popular, como corrobora el éxito de finales de los años 1950 del cantautor Serge Gainsbourg "Le Poinçonneur des Lilas" (El taquillero de la estación de Lilas).
El cineasta Yves Montand lo inmortalizó también en la película "El salario del miedo" (1953). La novela de Raymond Queneau "Zazie en el metro", que Louis Malle llevó al cine en 1960, lo luce en una de sus portadas.
"La vida útil de un billete de metro es de una hora o una hora y medio, y sin embargo nos encariñamos con él", asegura Thonnat. "Es bastante irracional".
Su forma también da nombre a un estilo de depilación del vello púbico, el más popular entre las mujeres parisinas, según un estudio de 2020 publicado por la revista Version Femina.
Sin embargo, algunos turistas que visitan París están deseando que llegue el día en que no tengan que descifrar las complicadas máquinas expendedoras de boletos.
Stefania Grigoriadou, de Tesalónica (Grecia), preferiría por su parte reservar por internet, pero reconoce que conservará el billete que compró para ir al parque temático de Disneyland.
"Está bien tenerlo como recuerdo. Quizá no volvamos a venir a París y así tenemos algo que enseñar a nuestros hijos en el futuro", confiesa a la AFP.
(T.Renner--BBZ)