
En la estepa de Mongolia, el cambio climático lleva al límite a los pastores

Un año después de un devastador invierno que arrasó con casi todo su rebaño de ovejas, el pastor Zandan Lkhamsuren todavía calcula los daños de la meteorología extrema y cada vez más errática de Mongolia.
"El invierno del año pasado fue el más duro que he vivido", explica a la AFP el pastor de 48 años mientras sirve un té salteado en su yurta, la tradicional tienda de los nómadas de Asia Central.
Durante el día, los termómetros se situaban en -32 ºC, pero por la noche podían caer hasta -42 ºC, recuerda el ganadero.
Además del frío, las intensas nevadas y el suelo congelado impidieron a sus ovejas encontrar comida. La consecuencia: de su rebaño de 280 cabezas, solo dos sobrevivieron.
Ubicado en las estepas entre Rusia y China, Mongolia es uno de los países más afectados por el cambio climático, con un ritmo de calentamiento tres veces superior a la media global.
El vínculo entre el aumento de temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos, desde sequías y canículas a inundaciones y olas de frío, está bien establecido por la ciencia.
Y los efectos en Mongolia son evidentes, con heladas severas como las que masacraron el rebaño de Zandan y mataron más de siete millones de cabezas de ganado el año pasado, un 10% del total.
"Nuestro ganado solía cubrir todos nuestros gastos y solíamos vivir muy bien", cuenta el pastor.
Pero la pérdida de sus ovejas y los préstamos que pidió para seguir alimentando a un rebaño de cabras más pequeño y resistente le dificultan ahora llegar a final de mes.
Sus dos hijas tenían que empezar el año pasado la universidad en Ulán Bator, la capital, pero la familia no pudo permitirse pagar las matrículas.
"Ahora mi estrategia es centrarme solamente en lo que me queda", afirma el pastor en medio del persistente balido de una cabra enferma de apenas una semana, colocada en una caja junto al hornillo de carbón de la tienda.
- "Difícil" de predecir -
Cuando el sol del ocaso proyecta largas sombras en la estepa, Zandan se enfunda una espesa chaqueta verde y sale al exterior, dirigiendo con silbidos a su ganado hacia el refugio donde pasarán la noche.
Intenta mantenerse positivo: si consigue ampliar su rebaño de cabras, podría financiar los estudios de sus hijas.
"Es solo un inconveniente en la vida del pastor", dice estoico. "Pero estoy seguro de que nos podemos recuperar".
El problema para Zandan y otros trabajadores agrícolas, que representan un tercio de la población del país, es que estos episodios de frío polar conocidos como dzuds ocurren cada vez más a menudo.
Antes sucedía una vez cada diez años, pero en la última década se han dado en seis ocasiones, señala la ONU.
El sobrepastoreo contribuye desde hace años a la desertización de la estepa, pero el cambio climático empeora la situación.
Las sequías del verano complican el cebo de los animales y la acumulación de forraje para el invierno.
"Como muchos pastores, siempre miro al cielo e intento predecir el tiempo", afirma Zandan. "Pero se está haciendo difícil (...) El cambio climático está en marcha".
- Migrar a la ciudad -
A lomos de una motocicleta que deja nubes de humo a su paso, Enebold Davaa comparte esta inquietud mientras persigue a su rebaño en la planicie mongola.
La familia de este pastor de 36 años perdió más de 100 cabras, 40 ovejas y tres vacas el pasado invierno.
"Es nuestra principal fuente de ingresos, así que nos resentimos mucho. Fue muy duro para nosotros", asegura.
El invierno más templado de este año les ha permitido recuperar algunas pérdidas, pero Enebold contempla el futuro con desasosiego.
"Claro que estamos ansiosos, no hay nada que podamos predecir actualmente", apunta.
El funcionario local Gankhuyag Banzragch dijo a la AFP que la mayoría de familias del distrito perdieron entre el 30 y el 40% de su ganado el pasado invierno.
Estas dificultades para el pastoreo empujan a muchas familias a partir, agregó.
Un cuarto de los 3,5 millones de habitantes de Mongolia mantienen vidas nómadas, aunque en las últimas décadas cientos de miles han cambiado la estepa por los centros urbanos, especialmente hacia Ulán Bator.
Mientras hierve unas empanadillas de carne de caballo, la mujer de Enebold también plantea la posibilidad de mudarse si pierden más ganado.
"El principal reto es la accesibilidad a la educación para nuestros niños en la ciudad", explica.
Su marido defiende una razón más fundamental para quedarse: "Quiero seguir pastoreando con mi ganado". "Quiero mantener el mismo estilo de vida que ahora", explica.
(N.Miller--TAG)