La capital británica del petróleo quiere una transición energética sin renunciar al oro negro
En la ciudad escocesa de Aberdeen, las turbinas eólicas marinas, la ampliación del puerto y los autobuses de hidrógeno muestran un esfuerzo de transición energética, pero la capital petrolera del Reino Unido sigue viviendo por y para la industria de los hibrocarburos.
Aquí se habla del "auge de las energías renovables", pero no de reducir la extracción de petróleo y gas mientras queden reservas en los envejecidos yacimientos del mar del Norte.
Hace tan sólo unos meses, el Reino Unido, que aspira a la neutralidad de carbono en 2050, acogió la conferencia internacional sobre el clima COP 26 en Glasgow, y el primer ministro Boris Johnson dijo que quería convertir al país en un líder en energía eólica.
Pero desde entonces, los precios de la energía se dispararon, sobre todo desde la invasión rusa de Ucrania y el aumento del coste de la vida se ha convertido en la principal preocupación de los británicos.
Downing Street ha publicado una nueva estrategia que sigue abogando por el desarrollo de las energías renovables, pero que también reactiva la inversión en los hidrocarburos del mar del Norte.
El sector aplaude: "acogemos con satisfacción la estrategia energética porque refuerza el papel positivo que desempeña el sector tanto en la seguridad como en la transición energética", dice a la AFP Deirdre Michie, directora de OEUK, el lobby sectorial.
"No cabe duda de que está resurgiendo el interés por el petróleo y el gas, sobre todo en campos que hasta hace poco se consideraban poco atractivos desde el punto de vista comercial", afirma Johns UnderHill, director del Centro de Transición Climática de la Universidad de Aberdeen.
Así, el yacimiento petrolífero de Cambo, frente a la costa del archipiélago escocés de Shetland, va a seguir adelante, aunque el feroz activismo de las oenegés ecologistas había contribuido a la retirada de Shell del proyecto y a la suspensión de los trabajos.
- Dependencia de los combustibles fósiles -
"Ucrania ha puesto de manifiesto la importancia de la seguridad energética", afirma Jenny Laing, miembro de larga data del consejo municipal de Aberdeen que acaba de dimitir tras las elecciones locales de la semana pasada. "La población dependerá de los combustibles fósiles durante años", añade.
Para ella, al igual que para Michie, es mejor contar con el petróleo y el gas perforados en aguas británicas que con los hidrocarburos procedentes de Rusia u otros países, que son vulnerables a las tensiones geopolíticas.
La principal preocupación de la región es su supervivencia económica. Todo el mundo aquí trabaja o tiene familiares que lo hacen en la industria del petróleo y el gas.
Y todos en el Reino Unido recuerdan las zonas de Inglaterra y Gales devastadas por el cierre repentino de minas de carbón o altos hornos durante los años de la primera ministra Margareth Thatcher.
Aunque los precios del crudo se han disparado desde la invasión rusa de Ucrania, la región de Aberdeen todavía se está recuperando de una crisis sectorial en 2014, cuando los precios del petróleo se hundieron por debajo los 50 dólares.
Así que en esta ciudad, invertir en renovables parece como una buena idea, pero sin asustar a los gigantes del petróleo, sobre todo porque tienen el capital para financiar esa transición.
El proyecto estrella de la ciudad es la ampliación de su antiguo puerto para dar cabida a barcos que necesiten atracar en aguas más profundas y puedan transportar palas o cables gigantes de aerogeneradores. La zona de transición energética adyacente, que invadiría un parque y su hábitat natural, debería albergar empresas y laboratorios especializados.
Pero "tenemos que ser realistas sobre el hecho de que es poco probable que el sector de las renovables cree tantos puestos de trabajo como el del petróleo y el gas", señala Laing.
Muchos también quieren que la transición energética sea una oportunidad para un reparto más justo: "tenemos esta inmensa riqueza generada en el mar del Norte, pero aquí en Aberdeen y Escocia seguimos teniendo enormes desigualdades", señala Scott Herrett, activista de la oenegé Amigos de la Tierra.
Los científicos de la ONU advirtieron a principios de abril que a la humanidad sólo le quedan tres años para transformar radicalmente la economía, y en particular para desintoxicarse de los combustibles fósiles, para evitar un calentamiento desastroso.
La ciudad intenta diversificarse hacia las ciencias de la vida o la salud, el turismo... pero no está dispuesta a vivir sin los empleos del sector petrolero.
(H.Schneide--BBZ)