El opio florece en Birmania entre el caos de la junta militar
En un rincón remoto de Birmania, una fila de campesinos avanza por un campo de amapolas aplicando pequeños cortes en las cabezas todavía verdes de color lila para liberar la resina de opio.
La mañana siguiente recogerán el residuo que se ha escurrido durante la noche y lo empaquetarán en fardos de opio pegajoso, a partir de los que después se produce heroína.
Birmania se convirtió en 2023 en el mayor productor de opio en el mundo, según Naciones Unidas, superando a Afganistán donde el gobierno de los talibanes ha lanzado una campaña para perseguir estos cultivos.
Las amapolas han florecido desde hace tiempo en las escarpadas zonas limítrofes de Birmania, donde grupos étnicos armados y bandas criminales las convierten en heroína y las fuerzas del orden hacen la vista gordo ante un negocio multimillonario, dicen los analistas.
Tras el golpe militar de 2021, este país del sudeste asiático se sumió en el caos económico y social, con numerosos grupos armados operando en su territorio.
En este contexto precario, el dinero del opio se ha vuelto todavía más importante para los campesinos con dificultades para salir adelante.
"Planté amapolas en los últimos años, pero solo unas pocas", afirma Aung Moe Oo desde un campo encajado entre colinas en la frontera de los estados Shan y Karen, en el este junto a Tailandia.
"Este año he plantado tres acres", equivalente a 1,2 hectáreas, explica a la AFP.
El campesino confía en poder recoger unos 16 kilos de resina de opio, que espera vender por unos 4.500 dólares.
Ante las cuestiones legales de estos cultivos, se encoge de hombros: "Cultivar amapolas es la mejor forma de ganarse la vida para nuestra familia".
- Del maíz al opio -
Aye Aye Thein, otra agricultora de la región, solía cultivar arroz, maíz, frijoles y aguacate. Pero cuando el conflicto entre la junta y al disidencia llegó a sus tierras, tuvo que dejar sus plantaciones.
Desde el golpe, que terminó con una década de experimentación democrática en Birmania, casi dos millones de personas se vieron desplazadas por la violencia, según Naciones Unidas.
Incluso antes de que Aye Aye Thein abandonara su hogar, la depreciación de la moneda local, el kiat, había encarecido la compra de productos como los fertilizantes.
"Después del cambio en la situación política y la aparición de los combates, no podemos cultivar nada en nuestros campos", asegura.
El otro agricultor, Aung Moe Oo, coincide con ella.
"Si mandamos nuestra cosecha a los intermediarios, hay muchos costes que no podemos asumir", afirma. "Así que este año cultivamos amapolas en vez de maíz".
El conflicto está perturbando el transporte y la exportación de productos agrícolas como el arroz o el maíz, importantes fuentes de ingresos en este país, señaló el Banco Mundial a finales del año pasado.
En cambio, el cultivo de amapolas se está sofisticando, con mayor inversión y mejoras en los sistemas de irrigación que impulsan la producción, afirma la ONU.
Su Oficina contra la Droga y el Delito (UNODC) estimó que la producción de opio en Birmania en 2023 fue de 1.080 toneladas métricas, un claro repunte respecto a las 790 toneladas del año anterior.
El opio se transforma en heroína en fábricas escondidas en las junglas o los desfiladeros del estado de Shan y contrabandeadas a países vecinos como Tailandia o al mercado internacional.
Aung Moe Oo desconocía que su país es ahora el mayor productor de este narcótico.
"Solo sé de mi región de campos de amapola", afirma.
Sin un fin del conflicto a la vista, este agricultor cree que la cosecha de este año puede ser todavía mayor, al menos en su localidad.
"Hay más gente desplazada y no podemos hacer ningún otro trabajo", explica.
(N.Miller--TAG)