La justicia austríaca alivia el régimen carcelario del hombre que secuestro y violó a su hija
El austríaco Josef Fritzl, condenado a cadena perpetua por secuestrar y violar a su hija durante 24 años, recibió el jueves permiso para salir de la zona de alta seguridad donde estaba encarcelado.
"El tribunal llegó a la conclusión que ya no supone un peligro" después de 15 años entre rejas, declaró a la prensa su abogada Astrid Wagner, tras una audiencia a puerta cerrada en la localidad de Krems donde está encerrado, 80 km al noroeste de Viena.
El detenido llegó al tribunal en un vehículo de policía que entró al garaje por la parte trasera del edificio, aunque los fotógrafos pudieron captar furtivamente su rostro escondido tras las manos.
Los jueces basaron su decisión en un informe psiquiátrico que cita su edad avanzada (88 años) y un comienzo de demencia, explicó la letrada.
"Es un primer paso importante. Ahora debe ser colocado bajo un régimen de detención clásica y seguir exámenes regulares", añadió.
Una vez se efectúe el traslado, podría presentar una petición de libertad condicional, según la abogada, que piensa proceder a ello el próximo año.
Un portavoz del tribunal confirmó esta decisión, que puede ser recurrida por la fiscalía.
Condenado en marzo de 2009, este electricista había sido detenido un año antes después de la hospitalización de uno de los siete niños nacidos de la relación incestuosa que mantuvo con su hija Elisabeth.
Esta fue secuestrada y violada entre 1984 y 2008 en una especie de búnker habilitado en el sótano de la propiedad familiar en Amstetten, un pequeño municipio a 100 km de Viena.
Durante todos estos años, Fritzl continuó viviendo en las plantas superiores con su mujer Rosemarie que, según concluyeron los jueces, nunca supo nada y estaba convencida de que su hija se había unido a una secta.
Las autoridades rellenaron el "sótano del horror" con hormigón en 2013, requisito indispensable para poner la casa en venta.
Elisabeth Fritzl, ahora de 56 años, y sus hijos se mudaron a un lugar secreto con un nuevo nombre para intentar reconstruir su vida en el anonimato.
Josef Fritzl, que amenazaba con gasear a toda la familia si uno de los miembros se escapaba, nunca expresó remordimiento alguno aunque, según su abogada, "piensa en sus actos día y noche".
(Y.Harris--TAG)